La semana pasada Oberto volvió a sentir un latido anormal y ha tenido que someterse a nuevas pruebas para evitar males mayores. Ahora, ya recuperado de esas irregularidades, volverá a jugar tras dos partidos de inactividad.
Estos problemas de corazón son tan difíciles de detectar y tan impredecibles que a cualquier deportista se le hace un nudo en la garganta con sólo pensar en la posibilidad de que le pueda pasar algo. Y lo peor es que es casi imposible determinar si esos latidos irregulares responden realmente a un peligro o no.
Pero, como más vale prevenir que curar, lo más sensato es apartar al jugador de la competición y someterle a todas las pruebas que sean necesarias (véase el caso, en el fútbol, de Rubén de la Red).
A Oberto, al menos, todo esto le ha llegado a los 34 años, cuando ya está dando los últimos pasos en su carrera profesional. Si se cuida, no arriesga demasiado y se retira dentro de poco, el peligro habrá pasado. Otros, en cambio, no tienen tanta suerte.
No creo k compense a un jugador la pasta k ganan por el miedo k pasan mientras estan sobre la cancha
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